Epistemología de la ciencia y cultura científica | “Trabajo 2”
Comenzando este curso estoy empezando a madurar la idea de que el conocimiento científico “no es muy distinto a otras clases de conocimiento humano” en el sentido de que todo conocimiento proviene en última instancia de un tronco común. De esta manera podría decirse que el conocimiento es un continuo que se va sofisticando progresivamente más y más a lo largo de la historia. En algún momento el conocimiento científico fue ganando propiedades que lo hicieron más riguroso, más verificable, más falsable, aunque tengo la sensación de que el conocimiento científico, al igual que sucede con las matemáticas (teorema de incompletitud), es a la vez un sistema axiomático que no puede razonar más allá de sus axiomas (alcanzados por consenso en la comunidad). Personalmente, yo encuentro este sistema suficiente para el día a día: suficiente en una medida a la que muchos otros conocimientos no pueden ni llegar a asomarse. Sin embargo, en algún momento puede que haya que hacer otro salto de paradigma para abordar esta “situación axiomática”, o darla por perdida, si es que, en efecto, el sistema es incompleto necesariamente por definición.
El sentimiento que me despierta la ciencia es el de un gran paradigma en el que se establece un enriquecimiento sistemático del estado del arte. El sistema que subyace, como motor de este desarrollo, es adoptado por personas con muy diversos bagajes culturales, de tal forma que es tan limpio y exento de elementos espúreos que no supone contradicción con las distintas culturas de las que una persona pudiera ser originaria. De esta forma la ciencia invita a que personas de muy diversos orígenes puedan colaborar de una manera que sería imposible en otros ámbitos, como la política, la religión, o incluso las artes.
Aprovechando que la “tarea 2” viene en la misma página que la “lectura 2”, trataré de elaborar un poco a partir de su contenido todo aquello que es nuevo para mí y que me llama la atención.
Observo en primer lugar que existe una postura tibia (Feyerabend) respecto a la racionalización de la ciencia en el sentido de darse uno por satisfecho con igualarla a un estándar inferior de conocimiento como el de disciplinas anteriormente tenidas como ciertas sin cuestión como la religión, por ejemplo, en las que la estrategia básica es darse por satisfecho con los atajos intelectuales (producto de cierta soberbia intelectual de dar por zanjadas las cuestiones sin una respuesta realmente satisfactoria) para explicar la naturaleza y la realidad. Yo creo que las ciencias están sustancialmente por encima y casi hasta me ofende esa postura que la pone en pie de igualdad con la fe, por ejemplo, como paradigma de la no-ciencia (en la medida de que lo que no se sabe, se opina o se cree). Aún con sus debilidades y sus “males” (estoy leyendo el libro de Joaquin Sevilla y Juan Ignacio Perez Iglesias) sigue siendo una empresa (encomiable) que busca el conocimiento sobre el que se puede construir, independiente de quien lo haya desarrollado y de quien haya replicado los experimentos, cosa que no se puede decir tan fácil de estos otros conocimientos con una sistemática más dudosa u opinable (menos medible).
Continuando esta lectura, me parece muy interesante (porque lo desconocía) que los “hechos” a partir de los cuales se elabora la ciencia, se definen de forma más concreta por el autor (Alan F. Chalmers) como enunciados observacionales y por tanto se construyen sobre el bagaje de conocimiento del sujeto (pienso sobre todo en la diferente percepción de la radiografía por un estudiante de medicina y por radiólogos más expertos). De esta manera, tal vez estos hechos no sean tan limpios, neutrales u objetivos como hubiera podido pensar a priori. A pesar de esta aparente subjetividad, también es cierto que este conocimiento nace del consenso científico, por lo que esta subjetividad está de alguna manera matizada y controlada.
Gracias por poner a disposición esta lectura tan interesante.
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